Nuestro invernadero

Coincidíamos en la cifra 37 pero algo no cuadraba. Había 37°C en los termómetros de ambas ciudades e intercambiamos esta información meteorológica por whatsapp, mi prima y yo, ambas con el gesto de madre mía cuanto calor.

La coincidencia me alarmó. Vivimos a 9.103 km de distancia la una de la otra. Mi prima vive en el estado de Tocantins, Brasil a 10º 14‘ latitud sur; 2º más al norte que Lima. Yo vivo en Berlín a 52º 31‘ latitud norte. El clima tropical suele encontrarse en una banda que rodea al Ecuador desde los 23º latitud norte hasta los 23º latitud sur. Mientras que para Tocantins los 37°C corresponden a la norma, los 37°C en Berlín son alarmantes. La ciudad está situada en la zona templada del norte y 18°C en agostosetiembre suele ser la temperatura media.

Al día siguiente escucho en el noticiero alemán que un equipo internacional de científicos publicó el estudio Trayectorias del Sistema de la Tierra en el Antropoceno. En el se pronostica una era de calor devastadora (Hothouse Earth) y que las temperaturas tropicales ocurridas en agosto eran tan solo su comienzo. Comentaba el experto ambiental, Volker Angres que el clima mundial sigue gravemente alterado, aunque se cumpla con lo estipulado en el acuerdo mundial sobre el cambio climático firmado en París en el 2015.

A causa del cambio climático partes del ecosistema mundial están dañadas y varios factores se potencian recíprocamente creando un efecto dominó. El estudio analiza que este efecto dominó puede empujar el sistema de la tierra hacia un umbral que, una vez cruzado, puede causar un calentamiento continuo, transformando la tierra en un invernadero aunque la emisión humana se reduzca como se acordó en París.

Hasta este entonces tan solo se consideraba el efecto de la emisión del CO2 sobre el clima. Hoy en día se considera el ecosistema mundial como un todo. El ecosistema tiene un papel existencial para la supervivencia de la especie humana. El reciente transtorno climático es resultado de la actividad humana que desequilibra un sistema milenario que antes oscilaba entre frio y calor.

Necesitamos una reorientación fundamental de los valores humanos, aboga Angres en el noticiero. Esto creará una nueva relación de la humanidad con su planeta.

Hasta ahora hemos tratado con desprecio a la tierra, que nos brinda la única biósfera que nos permite vivir. Hemos depredado este sistema y no podemos seguir haciéndolo.

Tenemos que encontrar una manera sostenible de gestionar los recursos e implementar sistemas económicos que no sobrecarguen los ecosistemas.

¿Cómo lograr el cambio tan necesario? pregunta el locutor a Angres. Es cuestión de educación, explica. Habría que comenzar en la primaria con educación de ecosistemas. Angres va más allá y propone que las universidades implementen un semestre obligatorio de ecosistemas para las carreras de derecho, administración de empresas y macroeconomía. Para que los futuros CEOs tengan consciencia de la repercusión que sus decisiones tienen sobre los ecosistemas.

Los ecosistemas forman una serie de cadenas poniendo en evidencia la interdependencia de los organismos dentro de ellos. Ninguna actividad queda sin impacto, lo que el estudio reciente demuestra de manera alarmante.

Como ciudadanos y en especial como líderes y emprendedores nos enfrentamos a una tarea descomunal que llevaría un siglo para ser realizada, solo que no nos queda un siglo para abordarla y devolver el equilibro a los ecosistemas perturbados.

Es urgente reflexionar sobre el impacto de nuestras decisiones, entendiendo que no hay Planeta B.