Depende de nosotros

21 Junio, 2022 / 11:54 am

Si sigues esta columna sabes que mi corazón de ecologista late fuerte y tiene sus raíces en la Pampa Húmeda en el Sur del Brasil donde me crié. Mi abuelo paterno era paisajista, se formó en una Alemania de entre guerras y luego emigró al Brasil dejando huella: Aún quedan parques verdes en el centro de Porto Alegre que él diseñó.

Además, tuve otro mentor: Un tío profesor universitario y uno de los fundadores del Movimiento Roessler para la Defensa del Medio Ambiente que siempre me dijo “Sólo puedes conservar lo que conoces. El bienestar de un ecosistema depende de su equilibrio y éste a su vez también depende del impacto que causamos en él”, y eso caló en mí, desde pequeña.

La cantidad de plástico que compras, de químicos que botas en nuestras águas, de gases de escape que sueltas en nuestro aire, impactan nuestro bienestar. Una vez abiertos los ojos fue imposible volver a cerrarlos o fingir que nunca había visto la naturaleza sana y vibrante pero también contaminada y apestando, con peces muertos flotando en la orilla del Lago Guaíba, sofocados en su hábitat por falta de oxígeno.

Una de las imágenes más inquietantes que vi cuando tenía siete años fueron sus vientres blancos apuntando al cielo, ya sin movimiento propio, llevados por la corriente en una triste procesión. Además, vi botellas, bolsas, platos, vasos de plástico y zapatillas formando un tapiz en la orilla de una ensenada. No entendí que hacían ahí. Solo percibí que algo estaba fuera de lugar. ¿Acaso uno no pone la basura donde debe? ¿Qué idea es esa de dejarla tirada? me pregunté.

Más tarde leí, que lo que había visto en aquella orilla subtropical era un problema global. Según La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza cada año 14 millones de toneladas de plástico acaban en el océano y el 80% de los desechos encontrados, desde las aguas superficiales hasta los sedimentos más profundos es plástico. Las especies marinas ingieren o se enredan con estos desechos, se lesionan o mueren. La contaminación por plástico amenaza la seguridad y la calidad de los alimentos, la salud humana, el turismo costero y contribuye al cambio climático. Explorar acuerdos jurídicamente vinculantes para enfrentar la contaminación por plásticos marinos es urgente.

Tanto mayor fue mi alegría cuando ya vivía en Berlín. Allí observé que sí se puede reducir el plástico utilizado. Una Ley de Envases obliga a fabricantes y distribuidores a recuperar los embalajes. Desde que entró en vigor los consumidores desembalan los productos recién comprados en las mismas tiendas y dejan los embalajes en las áreas destinadas para este fin. La presión que los centros comerciales ejercen sobre los distribuidores es tal, que éstos ahora entregan sus productos con el mínimo de embalaje posible.

Y esta tendencia continúa, aunque todavía quede un largo trayecto por caminar.

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Andrea Sydow

Consultora internacional en comunicación

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