Personajes

Las niñas también pueden ser científicas

Gan@Más

Redacción digital

redaccion@revistaganamas.com.pe

8 Agosto, 2017 / 11:51 am

Las burbujas son el mejor instrumento para aprender ciencia. Esta mañana, 40 niñas corren alrededor de su laboratorio, el patio del campus de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Lara es una de ellas. De ojos tan grandes como los globos de agua que nacen de sus manos, Lara se pregunta “¿por qué las burbujas tienen colores?” Cree que es por el reflejo de la luz. Ella tiene 9 años y esta mañana aprenderá en MaCTec la diferencia entre los colores estructurales de la naturaleza y los artificiales.

Así como Lara, 200 niñas peruanas recibieron desde el 2012 la beca otorgada por la Mini Academia de Ciencia y Tecnología, una organización sin fines de lucro que apareció para enfrentar la educación tradicional y acabar con el pensamiento de que la ciencia es para los varones.

Esta realidad fue percibida por Javier Navarro desde su laboratorio en la Escuela de Medicina de la Universidad de Texas. Allí observó que la curiosidad de las personas se iba perdiendo en su tránsito de niño a adultos.

“Entonces en el 2012, él fundó la Mini Academia de Ciencia y Tecnología junto a Ana María Jaramillo, estudiante de Doctorado de MD Anderson, Paola Moreno Roman, estudiante de Doctorado de Stanford y Johanna Johnson, Bióloga de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Desde entonces hemos recibido a niñas de Huancayo, Lima y Huaraz”, recuerda Johnson, directora general de MaCTec.

Pero fue en los primeros años cuando Navarro descubrió un detalle que hizo que cambiara el rango de las edades de las niñas: la mente de las que tenían entre 8 a 11 destellaba como un relámpago en cada taller, mientras que la de las de 12 a 16 revelaba desinterés.

“Por más que era el mismo material de trabajo, las niñas de más de 12 años no hacían preguntas sobre el mundo que les rodeaba. No sabemos por qué. En uno de nuestros últimos talleres, Javier explicaba sobre los átomos y las niñas de 8 a 11 hicieron inmediatamente preguntas relacionadas a mecánica cuántica, sin quererlo iban descubriendo un nuevo mundo. Fue maravilloso porque esas inquietudes nacieron porque no tenían miedo a equivocarse”, narra Johanna.

Para ella y el equipo que lidera, educar a una niña es equivalente a formar a una comunidad. Según un estudio de la organización “Girl Effect”, una menor educada reinvertirá el 90% de su conocimiento en los que la rodean, mientras que un niño solo un 35%.

Datos como estos son la batería que potencia los ánimos de Johanna para seguir desarrollando este proyecto, aunque en el Perú sean cada vez menos las mujeres que exploren, pues por cada investigadora hay 2.1 investigadores, según el 1er Censo Nacional de Investigación y Desarrollo publicado este año por CONCYTEC.

 

“En el pregrado encuentras una gran cantidad de mujeres, pero esa presencia va desapareciendo mientras los científicos avanzan en su carrera. Estudié Biología y, sin embargo, en MaCTec me di cuenta que existe mucho más por descubrir que lo que pensaba en la universidad”, confiesa Johanna mientras acomoda una sonrisa tímida en su rostro.

Una mañana de exploración

Es mediodía y Johanna traduce los tecnicismos científicos para explicar a Xiomara de 8 años y a Alondra de 11 que las burbujas están compuestas por dos capas que sostienen el agua, el que a su vez adopta los colores que la luz le impone.

Xiomara deja a un lado el pabilo que acaba de remojar sobre gel de cabello y detergente para pensar en la pregunta que Johanna acaba de plantearle: “¿Por qué los colores de la luz que rebotan en la burbuja no son los mismos que observas en la casaca de Alondra?”

Después de un breve instante, Xiomara responde que la casaca morada de su compañera es tela, mientras que el agua que sostiene la burbuja es el reflejo de la luz. Ella no lo sabe, pero acaba de interpretar la información de los átomos.

Para Johanna, la mayor enseñanza que recibe cada sábado junto a las niñas es la pérdida del temor a equivocarse.

“El sistema educativo está hecho para obedecer y encasillarnos a una nota, mas no para aprender a generar conocimiento. En un aula de clases si preguntas significa que no sabes y si no sabes eres un fracaso. En MaCTec, las niñas preguntan todo lo que se les ocurre”, cuenta.

En otro espacio del jardín, Lara Muñoz juega con burbujas y, pese a que el sol acaba de asomarse, continúa cargando una gran polera negra que cubre su cuerpo de niña. Coloca sobre el pasto sus herramientas de laboratorio y se sienta sobre la banca más cercana. Cuenta que cada sábado se levanta a las 5 de la mañana, pese a que es a las 7 la hora a la que debe partir de San Borja para llegar puntual al taller.

Ahora el sol es intenso y Lara deja ver su gran polo con estampado de calavera. Dice con orgullo que sus padres la dejan utilizar toda la ropa oscura que ella quiera. El negro es su color favorito. Después de unos minutos, desvela otra confesión: Quiere ser genetista.

“El taller que más me gustó fue el que trató sobre la extracción del ADN de las frutas. Después de ese día aprendí qué es la clonación. En la graduación que organiza MaCTec, al finalizar los talleres del año, quiero exponer un proyecto vinculado a la genética”, asegura mientras deja ver un anillo en uno de sus pequeños dedos.

Pese a que estudia en un colegio privado, la enseñanza científica no cubre sus expectativas. Detalla con tristeza que los cursos que lleva en tercer grado consisten en su mayoría en escribir y rendir exámenes.

Anualmente la suerte selecciona a las menores que participarán de los talleres. Es por eso que esta tarde niñas de distintos niveles socioeconómicos exploran y afloran su curiosidad como si la verdad fuese su única preocupación.

Camila Dueñas de 9 años viaja todos los sábados desde el Callao hasta San Martín de Porres para aprender lo que en su colegio 1047 Juana Infantes Vera aún no le enseñan.

“Hace poco hicimos un experimento en mi salón. Casi nunca realizamos ese tipo de actividades. Todas las clases tengo que copiar en mi cuaderno lo mismo que la profesora escribe en la pizarra”, cuenta Camila.

A diferencia de Lara, Camila despertó a las 8 de la mañana. Deja ver sus pequeños dientes mientras dice que normalmente abre sus ojos mucho antes, pero que esta vez su madrina le advirtió que ingresaría temprano porque recibiría una sorpresa.

Inversión en I+D

Nuestro país es el que menos dinero gasta en Latinoamérica para el desarrollo de conocimiento. Hace tres años, el Perú invirtió en investigación científica 438 millones de S/., 30 veces menos que Estados Unidos. Y esta carencia también lo sufren los niños en las escuelas, aunque no se den cuenta.
Por el contrario, Johanna busca refuerzos para impedir que la falta de apoyo debilite la energía que las niñas invierten en cada taller de exploración científica.

“Nuestros principales sponsors son las universidades norteamericanas. Standford y la Universidad de Texas que nos donan material y microscopios de papel. También nos apoya la Universidad Peruana Cayetano Heredia ya que nos permite ocupar sus instalaciones”, expresa Johanna.

Sin embargo, este sábado el equipo de la MaCTec recibirá después de cinco años un fondo por parte de la compañía HP Perú Inc cuyo equipo los visitará esta mañana. Camila comprende que esa es la sorpresa a la que se refería su madrina.

Este financiamiento viene del extranjero a través de Sillicon Valley Community Foundation. Lo cual recuerda a Johanna el desenlace de su intento por conseguir fondos por parte del Estado.

“El estado nos pide como requisito postular mediante aplicaciones o fondos concursables, lo que está bien, lo irónico es que nuestro primer fondo proviene del extranjero a pensar de ser un proyecto peruano”, señala.

Para la madrina de Camila, esta iniciativa ha ayudado a que los padres de su ahijada comprendan que las actividades del hogar no son las únicas en las que las mujeres pueden desempeñarse.

“Cuando postulé a la Universidad Nacional de Ingeniería me di cuenta de la gran brecha de género que existía en carreras como ingeniería mecánica, la carrera que quise estudiar, pero que mis padres no me permitieron porque, según ellos, eso era para los hombres”, resalta.

Y esta idea es la que la mayoría de peruanos inserta en sus hijas y se potencia con mayor intensidad en las aulas debido a la ausencia de íconos femeninos en las clases.

Para Ibeth Lujan, psicóloga feminista y educadora, ser mujer en el Perú es complicado. Más aún ser niña. La razón es la nula referencia de mujeres desde la educación más básica.

“Las niñas que son educadas sobre una educación tradicional, por ejemplo, juegan quietas o conversan en el recreo, mientras que los niños se apoderan de todo el espacio”, explica Ibeth.

Cuando la historia, física, química, religión, entre otros cursos, son explicados mencionando a íconos masculinos, una niña se sentirá incapaz de ser valiente o utilizar su inteligencia.

“Por ejemplo, si nos enfocamos en historia, las mujeres de las que se hablan son María Parado de Bellido y La Mariscala. Los maestros, por lo general, se refieren a ellas como las esposas de héroes de la patria, mas no por lo que ambas consiguieron por sus propios méritos”, asevera.

Ya es casi la 1 de la tarde y las 40 pequeñas se dirigen al laboratorio que la Universidad Peruana Cayetano Heredia les ofrece para realizar los experimentos que despejarán sus dudas.

Esta vez van acompañadas de diez trabajadores de la compañía HP Perú Inc, quienes se presentaron delante de las pequeñas y respondieron pacientemente cada una de sus consultas.

Desde, “¿cuál es tu nombre?”, hasta “¿cómo se elabora la tinta de las impresoras?”, las pequeñas de la Mini Academia de Ciencia y Tecnología preguntaron cómo jugando sus inquietudes. Así, 40 niñas enfrentan las trabas que la educación tradicional les impone diariamente en sus escuelas.

(Por Nicol León Arge)

LEA EL ARTÍCULO COMPLETO EN NUESTRA REVISTA Gan@Más

Suscríbase a la versión digital aquí (a solo S/ 60 el año y accede a todas las ediciones)

Suscríbase a versión impresa aquí (a solo S/ 100 el año y acceda gratis a la digital).

(Artículo publicado en Gan@Más # 51, Julio 2017)