Sobre la felicidad

26 Abril, 2015 / 1:24 pm

Quizás que escriba sobre felicidad les puede sonar a muchos muy ambicioso de mi parte; al fin y al cabo, solo tengo 18 años… ¿Qué sé yo de la felicidad? Justamente, el título de esta columna, “Sobre la felicidad”, es el nombre del Libro I del tratado aristotélico “Ética a Nicómaco”. Entonces, no es solamente lo que yo sepa o no sobre felicidad, sino lo que Aristóteles sabía y cómo ese saber se adapta a nuestra sociedad actual. Hoy en día, ¿podemos afirmar que somos una sociedad feliz?

Aristóteles decía que toda acción humana tiende hacia un bien (hacia un fin), o sea que todo lo que hacemos lo hacemos porque es bueno, al menos, para nosotros mismos. Él se da cuenta que hay una concepción teleológica de la vida humana, es como si nuestra vida fuera un orden de fines donde hay uno que es último. Ahora, la mayoría de fines, entiéndase en este caso como actividades, que realizamos son en pos de otros, pero hay algunos que buscamos hacer por sí mismos (obras). Por ejemplo, trabajar es un fin (actividad) para lograr otro que es ganar dinero; mientras que, bailar ya no es un fin como actividad, sino obra. No es que primero bailamos y luego nos divertimos, sino que mientras bailamos nos divertimos, bailamos por el mismo hecho de bailar, por el fin mismo y no por algo más (exclúyase baile de competencia, etc.).

Hay un fin último y como debe ser lo más perfecto y mejor, tiene que estar en el área de las obras y no de las actividades. Para Aristóteles, este fin, que buscamos por sí mismo, es la felicidad: “lo que hace deseable la vida y no necesita nada, lo que es perfecto y suficiente porque es el fin de los actos”. Es por ello, que toda nuestra vida gira en torno a la búsqueda de la felicidad, tenemos películas, libros y canciones que demuestran que queremos ser felices. Incluso se dicta cátedra sobre cómo alcanzarla; por ejemplo, en la prestigiosa Universidad de Harvard, el israelí Tal Ben-Shahar (de hecho, es conocido como el gurú de la felicidad) dicta, desde el 2011, el curso “Mayor felicidad” y tiene a 1,400 alumnos inscritos cada semestre.

Por otro lado, para Aristóteles, el tema de la felicidad está íntimamente ligado a la política porque “procurar el bien de una persona es algo deseable, pero es más hermoso y divino conseguirlo para un pueblo y para ciudades”. En efecto, un buen político es aquel que busca que sus ciudadanos sean buenos y capaces de acciones nobles, lo que ayuda al bien de la ciudad y la vuelve más feliz. Hoy en día, seguramente es utópico pensar que todos podemos ser buenos y nobles; pero, lo que debiera ser el motor y motivo de nuestros gobernantes es buscar el bien general de sus ciudadanos y esto se logra, en gran medida, solucionando los principales problemas sociales: transporte, seguridad, trabajo y alimentación. Es por eso que todos estudiamos a los griegos en las universidades, indistintamente de la carrera a la que vayamos, porque son la base de nuestras democracias. Pareciera que a muchos de nuestros políticos, incluido nuestro alcalde, se les han olvidado aquellas lecciones de filosofía.

¿Es la sociedad peruana una sociedad feliz? En el último ránking del “Reporte Mundial de Felicidad” (el reporte es del 2013 pero las encuestas y datos para el ránking son del 2012) obtuvimos el puesto número 55 de 156 países y 5.776 puntos de 10. El estudio, hecho por la Sustainable Development Solutions Network e impulsado por la ONU, analiza variables como el Producto Bruto Interno (PBI), la esperanza de vida o la percepción de libertad a la hora de tomar decisiones vitales para establecer la puntuación. Debo anotar que estamos “mejor” con respecto al estudio anterior, nuestro índice de felicidad ha crecido, aunque menos de un punto porcentual (el estudio anterior arrojaba un puntaje de 5.013). Probablemente esto se debe a que económicamente sí hemos tenido avances en los últimos años: el poder adquisitivo del peruano ha aumentado, nuestras exportaciones han crecido, hay más inversiones, etc. Pero relegar la felicidad a cifras económicas no me parece acertado, ¿hemos crecido socialmente?, ¿la desigualdad, injusticia, pobreza son hechos ajenos a nuestra población? Falta mucho para poder decir que somos un país feliz, quizás también es utópico creer que algún día lo seremos, espero que no.

Finalmente, la felicidad tiene distintos significados, depende del que le asigne la persona. Para Aristóteles, la felicidad suprema solo se encontraba en una vida contemplativa, de razón y reflexión; y de esta, quedaban excluidos los niños y adolescentes por ser seres pasionales y sin experiencia. Aquí difiero, soy adolescente y no llevo una vida contemplativa pero, sin embargo, soy feliz. Obviamente, feliz de acuerdo con mi edad. Creo que una vez que tenemos cubiertos ciertos bienes primarios (alimentación, vivienda, vestimenta, seguridad) la felicidad ya depende de nosotros. Podemos ser felices desde niños pero conforme vamos creciendo, el “sentimiento” se va completando. Encontrar la felicidad plena, sentirnos realizados plenamente es la razón de nuestra existencia. Vivimos para ser felices.

Paréntesis. Porque reír nos hace más felices, cortesía de mi profesor de Lógica.

 

Moraleja. Si la gacela logró escaparse de un guepardo y de una hiena a la vez (WTF!), tú puedes lograr lo que sea.

2 comentarios

  • Carlos dice:

    Felicitaciones, muy buen artículo ser feliz es el objetivo de todos y pocos lo logran.

  • Nelly dice:

    Oscar:
    Muy interesante tu análisis y comentario a cerca de la felicidad. sólo para acotar que Dios nos creó para ser felices y depende mucho de la actitud y decisión de cada uno de nosotros para lograrlo

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Oscar González Romero

Abogado por la PUCP

Abogado por la PUCP, con especialidad en Derecho del Trabajo y la Seguridad por la PUCP, en Gestión Empresarial e Innovación por la Universidad Pacífico y en Gestión de la Diversidad e Inclusión por la Universidad Stanford.

Mi experiencia se concentra en la gestión de relaciones laborales y programas de gestión de desarrollo del talento y sostenibilidad. Me encuentran en Twitter como @OscarGonzRom.