¿Tiene ética la toxina?

24 Agosto, 2017 / 6:38 pm

¿Qué es en pro del bienestar del ser humano? A favor del ser humano o a favor de la producción ¿Qué figura primero en la lista de prioridades? Lo que me asombra al escribir esta pregunta es que genere contradicciones. Sucede que mi lógica me dicta que un productor produce para un consumidor con el fin de incrementar su bienestar o de resolverle un problema. Tiene hambre: compra comida. Tiene frio: compra un abrigo. Está lesionado: va a un médico que le cure. Quiere viajar: se deja transportar.

Sin embargo las noticias en la prensa me informan de otra realidad. 1.100 cabezas de ganado perecen en Aguas Claras en el estado brasilero de Mato Grosso do Sul por intoxicarse con bacterias botulínicas. Estas generaron una parálisis neuromuscular en las reses después de consumir su ración enmohecida. Mundialmente, los productores utilizan derivados del formol y carne en estado de putrefacción para producir comida para animales domésticos y de producción. En Europa diez millones de huevos se contaminan con el insecticida Fipronil utilizado ilegalmente, en la limpieza de gallineros, en Holanda. La producción, supuestamente ecológica, de huevos también está afectada. La lista de substancias tóxicas en productos destinados a la ingestión es larga.

¿Qué cantidad de substancias tóxicas caben en productos destinados a alimentar seres vivos, independientemente de la cantidad de patas que tengan? ¿Es ético contaminar con pesticidas para evitar plagas aunque la contaminación tenga un efecto más nocivo que la plaga? ¿Dónde se cruza la linea entre lo ético (proteger una cosecha para poder abastecer una población) y lo criminal (usar insecticidas indebidamente, alimentar animales con raciones conteniendo formol)?

Nadie querrá morirse da hambre, argumentan unos. Nos están matando con toxinas, argumentan los otros. Ambos llevan razón. Que si produjéramos bajo criterios estrictamente ecológicos las cosechas serían demasiado fluctuantes o inexistentes – en el peor de los casos, debido a plagas, sequías o incendios.

¿Qué raciocinio y evaluación lleva a un productor a decidirse por aplicar un derivado del formol en la producción de raciones para animales con el fin de matar agentes tóxicos?

Por más compleja que sea la estructura de dependencias, compromisos y necesidades existenciales, entre un sistema de producción y su mercado, la fuente del escándalo siempre es la misma: el pensamiento humano. ¿Bajo qué circunstancias un productor toma decisiones? ¿Tiene consciencia de las consecuencias? ¿Las evalúa mientras toma decisiones? ¿En su cálculo toma en cuenta el daño colateral? ¿Cuál es su límite ético? ¿Tiene uno?

El mercado global es complejo. Lo único que dominamos es la claridad del propio raciocinio mientras evaluamos las consecuencias de nuestras decisiones y acciones. Asimismo tenemos dominio sobre la decisión, de actuar o no, a sabiendas de que la acción en cuestión repercute sobre seres vivos. ¿Cuánto valen estos seres vivos? Si somos conscientes de las consecuencias ¿cómo influyen éstas sobre nuestras decisiones?

Cuando leo noticias sobre episodios de toxinas afectando la vida de seres vivos, intento entender qué pensaba la persona que decidió usar la substancia tóxica en contra de las indicaciones de expertos. En su lista de prioridades ¿qué anotó en primer lugar?

El vínculo global entre nuestras transacciones ya nos abrió los ojos frente a la interdependencia entre mercados, sistemas ecológicos y comunidades. Nos toca invitar a esta consciencia a la mesa de negociaciones. El precio por no considerarla lo pagarán las próximas generaciones.

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Andrea Sydow

Consultora internacional en comunicación

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